¿Cómo se puede pretender buscar un ideal, una fantasía inalcanzable y perfecta solamente en nuestra mente? ¿Cómo se puede perseguir con ahínco un foco de perenne frustración? No nos engañemos por más tiempo, el amor romántico, tal y como lo conocemos, no es más que un producto del cine Holywoodiense, de la literatura, de la utopía de nuestra cultura occidental.
El intenso enamoramiento, si se descontrola y la otra persona abusa del apropiamiento indebido de la libertad del otro, puede ser muy peligroso. Tenemos que vivir la vida con pasión y con mesura, con los sentimientos a flor de piel pero colocados siempre de forma constructiva.
Óscar Wilde lo definió muy bien cuando decía: "Cuando uno está enamorado, empieza siempre por engañarse a sí mismo y acaba siempre engañando a los demás. Eso es lo que el resto del mundo considera un idilio romántico".
Frente al amor romántico, y no necesariamente menos intenso, está el amor de verdad, ese que perdura para siempre porque vive en la realidad, en el mundo presente y no en un universo fictio. Pues no se puede cuidar y mejorar algo intangible que sólo existe en nuestros sueños.
¿Debemos por tanto renunciar a toda muestra de amor romántico? Nunca. De todos modos, las contradicciones, cuando de amor se trata, están al orden del día; y a veces, e inexorablemente, sucede que el amor, cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren.
Sin embargo, se debe siempre intentar trazar una fina pero contundente línea entre el amor presente y las fantasías que el saber popular nos ha inculcado, y no pensar que dos son uno, sino que, por más que se quieran, dos son siempre dos. Pase lo que pase somos entes indivisibles, únicos, libres para decidir en todo momento con quién y cómo estar. Decir que nuestra vida no tiene sentido sin la presencia del otro es encadenar, aprisionar a quién amamos sin ningún derecho. Amor es libertad, y todo principio de fusión con la pareja es renunciar a nuestra libertad personal y, por ende, renunciar al amor verdadero.
Y es que ya lo decía el poeta del pueblo, Miguel Hernández:
"Libre soy, siénteme libre.
Sólo por amor."
Seamos, pues, libres, y disfrutemos de la libertad del amor, contigo y sin ti. Del romanticismo en sincero libre albedrío.