"Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política."
Lo mataron por llamarse Federico, dijo Alberti.
Lo mataron por decir abiertamente lo que pensaba en una España convulsa, dividida entre dos bandos patrióticos hasta la médula, a su manera, y sin embargo irreconciliables.
Lo mataron por puro sadismo e ignorancia, por esa creencia infame de nuestra época que promulga que acabar con las personas es la mejor manera de acabar con el "problema".
Lo mataron por su inocencia, por su deseo de reunirse con su familia en las fiestas, por su rebosante sinceridad, por la confianza que depositó hasta el final en la humanidad de sus congéneres, por no sentirse parte de aquella guerra entre hermanos.
Lo mataron por decir abiertamente lo que pensaba en una España convulsa, dividida entre dos bandos patrióticos hasta la médula, a su manera, y sin embargo irreconciliables.
Lo mataron por puro sadismo e ignorancia, por esa creencia infame de nuestra época que promulga que acabar con las personas es la mejor manera de acabar con el "problema".
Lo mataron por su inocencia, por su deseo de reunirse con su familia en las fiestas, por su rebosante sinceridad, por la confianza que depositó hasta el final en la humanidad de sus congéneres, por no sentirse parte de aquella guerra entre hermanos.
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Reflexiones espontáneas