Petit week end escapade vers les Côtes d'Armor, Bretagne.
Siempre Bretagne.
Lejos del cemento y del bullicio, bajo un sorprendente cielo de mil azules y un vívido horizonte inabarcable de vida.
Con una compañía deliciosa e intrépida, y un guía excepcional.
Unas playas semidespobladas, un encanto preservado por una colina verdescente, como la de Lourtuais.
Un agua que revive los sentidos, que despierta y espabila como sólo sabe hacerlo el Atlánticos. Un viento, ese Noroît, que sabe como nadie despeinar el cabello y amainar los espíritus inquietos. Que sabe agitar los océanos y hacer del vaivén de las olas un juego sin fin, un remanso de paz contenido en su movimiento eterno.
Anochecer y una cena en un marco incomparable, el del petit Saint-Michel. Una sencilla ermita en una colina sólo accesible en marea baja. Un pequeño Saint-Michel que no tiene nada que envidiar al grande ahogado entre turistas y comercios. Una armonía simplicista de sosegada belleza, un rincón de esperanza.
Amanecer con un capuccino de los que abren los ojos en el puerto medieval de Dahouët con sus casas de piedra, los pescadores desenmarañando sus redes, su sencillo faro apostado sobre las aguas turquesas, su olor a brea.
Après-midi en la playa de Lancieux. Marea baja y todo un paraíso de arena mojada y de finas capas de agua que se van acercando paulatinamente en cada vaivén de las olas. Alternar las palas de playa con el jugar en la orilla con las caracolillas y los cangrejos diminutos como los niños chicos. Llevar un libro y no abrirlo porque el mar, el horizonte o el rummy son más que suficientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Reflexiones espontáneas