Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

miércoles, 14 de enero de 2015

De l'amour (IV)




"El amor es eterno mientras dura" 
G. G. Márquez


Decía García Márquez que el escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.

Y el amor es, sin duda, una de esas cosas inexplicables que a los escritores nos encanta abordar.

Hace poco me llamó la atención, hablando con una amiga, esa frase que probablemente todos o casi todos hemos dicho o hemos oído alguna vez: le quiero pero no se lo voy a decir porque no quiero "asustarlo". ¿Por qué iba alguien a asustarse de que alguien le quiera? ¿No será más bien de que se asusta de la responsabilidad que eso conlleva? ¿Y de qué responsabilidad estamos hablando? ¿De la de corresponderle? Es decir, ¿de amar? Es que todavía, a estas alturas, no nos damos cuenta de que el amor se da libremente, de que no conlleva deudas, y de que si las tuviera, no sería un amor tan digno de ser recibido, y menos aún de ser temido. ¿Que si le digo que le quiero y no me corresponde? Pues, entonces, si es posible, se debería seguir adelante sin rendirse, siempre sin dejar de mantener los dos pies en la tierra dispuestos a cambiar de dirección si nos atascamos.

Y es que la vida sería realmente cruel si sólo nos reservara una 
única media naranja para cada uno de nosotros.

Yo sí que me asustaría si al acabar mi día me diera cuenta de que no quiero a nadie, amigos y familia incluidos. Y me asustaría aún más de que mi capacidad de amar dependiera de alguna otra persona, de que no fuera capaz de dar sin recibir primero, de que el sentimiento más puro con el que hemos sido obsequiados haya sido finalemente absorvido por esta sociedad capitalista del trueque, en la que nadie da nada a cambio de nada.

Dicen que sin amor la vida no vale nada. Y que la vida sin amor no merece la pena vivirla. Por ello, debemos luchar por desterrar nuestros miedos y dejar que el amor fluya libre, eterno.