Algo genial de París es que cuando piensas que lo conoces todo, siempre hay algo que se te escapa.
Como este especie de brocante de livres anciens et d'occasion, donde encontrar una de las primeras ediciones de "En attendant Godot" de raídas hojas amarillentas a precio de oro o la obra completa de Chateaubriand enfundada en cuero carmesí.
Lejos del afán coleccionista, y más cerca del anhelo literario propiamente dicho, también encontramos mesas repletas de libros de numerosas (y sobre todo míticas) editoriales, en francés, inglés, italiano, alemán o castellano, a precio irrisorio.
Allí, rebuscando a la vez que acariciando cada tomo, encontramos a Voltaire, a Italo Calvino, a La Fontaine, a Edmond Rostand, Pierre Choderlos de Laclos, Roald Dahl, Tom Sharpe, Borges, Baricco, Balzac, Zola, Kundera, Dumas, Orwell, Flaubert, Virginia Wolf, Salinger, Dostoïevski, Camus, Baudelaire, Cortázar, Montaigne...
... todo un paraíso de arte enarbolando las palabras.
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Reflexiones espontáneas