Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

domingo, 16 de noviembre de 2014

Paris insolite (III)


París renace en cada hangar abandonado, en cada uno de esos muros que parecían decrépitos y abandonados.

La Flèche d'or, una sala de conciertos entre os muros de la antigua estación de tren Charonne.
Su nombre viene del antiguo tren que, a principios de s.XIX, comunicaba cada día las estaciones de Paris-Nord y Londres-Victoria.
Situada en el 20ème arrondissement, la enorme cristalera de su sala de conciertos se abre hacia unas vías olvidadas por el hombre y reconquistadas por la naturaleza.




Siguiendo la misma línea de recuperar antiguas estaciones de tren abandonadas, se encuentra lREcyclerie.
Este bar-restaurant retoma la gare Ornano, situada a la salida de metro de Porte de Clignancourt, en el 18ème. 
Tanto esta como la estación de Charonne, en desuso desde 1934 formaba parte de la Petite Ceinture de Paris, una línea de tren intramuros que comunicaba las estaciones más importantes.


Ahora es un espacio luminoso, verde y ecológico, y para hacer honor a su nombre, todo lo que lo decora y adorna está reciclado o es de segunda mano.
Con una granja urbana en proceso de construcción, un huerto y otra sala de enorme cristalera con mesas para comer, beber o acoger talleres artísticos o sociales, conciertos, mercadillos...
Y, para el buen tiempo (o, simplemente la ausencia de lluvia con una bufanda), la terraza exterior se extiende a lo largo de las vías, frente a un huertecillo del que se nutre sus propuestas de menú vegetarianas...


Y para terminar, bajando de vuelta hacia el sur de París, una pequeña parada en le Supercoin, un bistrot "pop-rock" de cervezas artesanales. La carta es más que amplia, por ello recomiendo ir más de una vez ;)





domingo, 9 de noviembre de 2014

Manuel Rivas à Paris


Nada me gusta más que esos planes inesperados y espontáneos, sobre todo si tratan de ver, escuchar e incluso darle dos besos a uno de tus escritores favoritos.

Reorganizar la agenda para acudir rauda al Instituto Cervantes de París, a la presentación de la publicación de otro libro suyo, "Tout es silence".

Y escuchar de donde salió cada historia, cada frase, cada anécdota que había pasado desapercibida a los ojos lejanos del lector. De descifrar con él todos esos símbolos que a veces solo el autor conoce y raras veces desvela, ese camino que recorrieron las ideas por su cabeza antes de posarse en las líneas de un libro.

El mar como un personaje más, presente siempre como un telón de fondo visible e invisible al mismo tiempo, protagonista implícito de la historia y espectador mudo y atento de ella.

La oportunidad de hablarle y rescatar con él, quien escribe cada una de sus historias en su lengua materna, la misma que la mía, esa apolillada lengua gallega latente en mi interior.



“La boca no es para hablar, es para callar.”

“El mar da la vida y da la muerte. Habla por sí mismo. Su sonido se reconoce y siempre habla de recomenzar. Habla a través de signos, es un hablar iconográfico, habla con lo que transporta, lo que llega, lo que desplaza o lo que vomita. El mar habla con signos y cada cosa que expulsa es el signo de una época. Aquí el mar empezó echando naranjas y acabó echando muertos, entre los dos llegaron fardos de cocaína
".

Todo es silencio, Manuel Rivas