Nada me gusta más que esos planes inesperados y espontáneos, sobre todo si tratan de ver, escuchar e incluso darle dos besos a uno de tus escritores favoritos.
Reorganizar la agenda para acudir rauda al Instituto Cervantes de París, a la presentación de la publicación de otro libro suyo, "Tout es silence".
Y escuchar de donde salió cada historia, cada frase, cada anécdota que había pasado desapercibida a los ojos lejanos del lector. De descifrar con él todos esos símbolos que a veces solo el autor conoce y raras veces desvela, ese camino que recorrieron las ideas por su cabeza antes de posarse en las líneas de un libro.
El mar como un personaje más, presente siempre como un telón de fondo visible e invisible al mismo tiempo, protagonista implícito de la historia y espectador mudo y atento de ella.
La oportunidad de hablarle y rescatar con él, quien escribe cada una de sus historias en su lengua materna, la misma que la mía, esa apolillada lengua gallega latente en mi interior.
“La boca no es para hablar, es para callar.”
“El mar da la vida y da la muerte. Habla por sí mismo. Su sonido se reconoce y siempre habla de recomenzar. Habla a través de signos, es un hablar iconográfico, habla con lo que transporta, lo que llega, lo que desplaza o lo que vomita. El mar habla con signos y cada cosa que expulsa es el signo de una época. Aquí el mar empezó echando naranjas y acabó echando muertos, entre los dos llegaron fardos de cocaína".
Todo es silencio, Manuel Rivas
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Reflexiones espontáneas