Madrid, magnifique. El fin de semana, magnifique. Una ceremonia de entrega de diplomas más emotiva de lo esperado, con discursos que, por extraño que parezca, no incitaron al bostezo, sino más bien a esbozar una tímida sonrisa de orgullo y satisfacción.
Un cóctel de gala que duró hasta la medianoche en la pista de fútbol que tantos partidos de liga interna y sangriadas ha vivido; la clásica diatriba de "quién te baja a Moncloa en coche", reencontrar a los de siempre en un bar tomando cervezas y acabar en una noche Independance con traje, vestido y tacones (y alpargatas azules) y volver a casa al alba con una sonrisa en la mejor compañía.
Magnifique et nostalgique. El primer pie que puse en Madrid, fuera del aeropuerto, fue saliendo del metro de Canal, arrastrando una pequeña maleta, esperando una cara conocida, descubriendo el Teatro finalizado, encaminàndome como tantísimas otras veces y después de casi un año sin hacerlo, hacia el mítico F.R.A.N., que, como siempre, estaba lleno. Hay cosas que nunca cambian.
Demasiados recuerdos que se entrelazan entre las calles de Cea Bermùdez, Vallehermoso y Guzmàn el Bueno.
Recuerdos que se disputan con el presente en Av. de América o Antón Martín o Henri Barbusse o el Bd. de Sébastopol.
Pasado y presente estrechamente ligados para construir un futuro mejor.
Gracias de nuevo a todos por todo lo vivido, lo que queda por vivir -we will always have Paris-, y por esas cadenas de mails que me arrancan una risa/sonrisa cada mañana al despertar.
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Reflexiones espontáneas