Me gustaría vivir en
Barcelona solo y especialmente un 23 de abril, para regalar libros y recibir
rosas. O las dos cosas. Sino, mi corazón pertenece a Coruña o Madrid, y mi espíritu anda actualmente perdido por París.
Dado que nada es
perfecto, París no podía ser una excepción a la regla y no celebra ninguna journée du livre digna de
mención. Al menos queda como consuelo los libreros del Sena, presentes todos los días del año sin tregua.
Y como cualquier momento es una
buena ocasión para regalar, he aquí como obsequio estos cinco fragmentos de novelas cuya
lectura recomiendo encarecidamente:
"Escuchar es lo más
peligroso, es saber, es estar enterado y estar al tanto, los oídos carecen de
párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no pueden
guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado
tarde. Ahora ya sabemos, y puede que eso manche nuestros corazones tan blancos,
o quizá son pálidos y temerosos, o acobardados."
"-¿Crees que la música
posee el poder de cambiar a la gente? Es decir, que si, en un momento
determinado, escuchas una música determinada, ésta puede hacer que se produzcan
grandes cambios dentro de ti.
Ôshima asintió.
-Por supuesto -le dijo-. Eso
sucede. Experimentamos algo, y como resultado, ocurre algo. Es una especie de
reacción química. Luego nos examinamos a nosotros mismo y descubrimos que la
gradación de todo lo que nos rodea ha ascendido un punto. Y que, a nuestro
alrededor, el mundo se expande. Yo lo he experimentado. No sucede muy a menudo,
pero a veces ocurre. Es como el amor".
“Toda vida es inexplicable,
me repetía. Por muchos hechos que se cuenten, por muchos datos que se muestren, lo
esencial se resiste a ser contado. Decir que fulanito nació aquí y fue allá, que hizo esto y
aquello, que se casó con esta mujer y tuvo estos hijos, que vivió, que murió, que dejó tras de
sí estos libros o esta batalla o ese puente, nada de eso nos dice mucho. Todos queremos que
nos cuenten historias, y las escuchamos del mismo modo que las escuchábamos de niños.
Nos imaginamos la verdadera historia dentro de las palabras y para hacer eso sustituimos
a la persona del relato, fingiendo que podemos entenderle porque nos entendemos a
nosotros mismos. Eso es una superchería. Existimos para nosotros mismos, quizá, y a veces
incluso vislumbramos quiénes somos, pero al final nunca podemos estar seguros, y mientras
nuestras vidas continúan, nos volvemos cada vez más opacos para nosotros mismos, más y más
conscientes de nuestra propia incoherencia. Nadie puede cruzar la linde que le separa de
otro por la sencilla razón de que nadie puede tener acceso a sí mismo.”
“Aquella noche Mijail me
contó que él creía que la vida nos concede a cada uno de nosotros unos escasos momentos de
pura felicidad. A veces son sólo días o semanas. A veces, años. Todo depende de nuestra
fortuna. El recuerdo de esos momentos nos acompaña para siempre y se transforma en un país
de la memoria al que tratamos de regresar durante el resto de nuestra vida sin
conseguirlo. Para mí esos instantes estarán siempre enterrados en aquella primera noche, paseando por
la ciudad…”
"Toco tu boca, con un
dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera
vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y
recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en
la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para
dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide
exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras,
cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de
cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se
miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente,
mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus
recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis
manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo
mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos
vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en
un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.
Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi
como una luna en el agua."
... Y una rosa enarbolada de
un aura à l'ancienne.
¿Un libro o una rosa?
Yo me quedo con los dos.
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Reflexiones espontáneas