Pula, capital de Istria, la que fue inicialmente la patria de la tribu de los ilirios, vio sus tierras invadidas a lo largo de los siglos por romanos, ostrogodos, bizantinos, franceses, y venecianos.
"Come a Pola, presso del Carnaro ch'Italia chiude e i suoi termini bagna" (Dante, Divina Comedia)
En los siglos XIV-XVI, Pula sufrió numerosos ataques de los Genoveses, del ejército húngaro y del imperio austríaco. Además de guerra, también hubo plagas, malaria y fiebre tifoidea. Durante la primera guerra mundial, pasó de manos del imperio austro-húngaro al de la italia fascista, y terminó en una ocupación nazi antes y durante la segunda guerra mundial con arrestos, deportaciones y ejecuciones de los disidentes. Bombardeada sin tregua por los aliados a causa de la base alemana situada en su estratégico puerto del Adriático, Istria dejó finalmente de ser invadida al formar parte de Croacia en el año 1947.
Tanta guerra y destrucción ha dejado su triste huella.
De Pola a Pula.
Un coliseo, un pequeño templo romano, una antigua iglesia románica sobria y austera conservando su techo de madera y un conjunto de calles y callejuelas contorneadas de casas de pinturas raídas. Un puerto en plena reconstrucción. Antiguas casas coloniales de ventanas desvencijadas y muros de piedra semiderruidos.
Una costa salvaje y agreste, y verde, sobre todo verde que te quiero verde! Un fondo marino transparente e infinito, donde bucear y, lo confieso, incordiar a los pececillos en una persecución de máscara-tubo-aletas sin tregua.
Un turístico paraíso natural coronado de tranquilidad (viva la temporada baja!). Y, al caer la tarde, una magnífica composición de nubes y rayos solares en un óleo sobre lienzo a lo largo del firmamento, c'est-à-dire, un atardecer de ensueño.
Un silencio roto solamente por la estampida de las olas contra la tierra y por la sinfonía del agua circulando entre los guijarros de la orilla.
Y, por supuesto, un límpido horizonte salpicado de veleros.
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Reflexiones espontáneas