Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

lunes, 10 de septiembre de 2012

Ciel bleu impair


Decía Dalmau, en su novela "Lejanos" -o Lorenzo Silva en su libro El ángel oculto, según se mire- que "a nadie podía ocultarse cuánto había de añoranza personal en la escena casi última en la que uno de los personajes le describía a otro, que era ciego y no podía verlo, el azul impar de una mañana de mayo sobre Madrid".

Decían los chinos antiguos que el cielo pertenecía al Yang, así como el número impar, y la tierra al Yin, así como el número par. Y del mismo modo afirmaban estos chinos antiquísimos que el nueve, como mayor número impar de una sola cifra, simbolizaba el infinito y el carácter supremo del cielo.

Y la sola evocación de Madrid bajo ese cielo impar, ese color, hace brotar una sencilla sonrisa de mi rostro de emigrante nostálgico. Y así, en un tierno arrebato sentimental me lancé a convertir el cielo infinito de azul impar de una mañana de septiembre sobre Madrid en un recuerdo tangible.




Un azul compaginado a la perfección con el sol bailenense reinando en un firmamento eternamente despejado bajo sus aceituneros de Jaén, sus aceituneros altivos que aún hoy siguen preguntándose de quién, que de quién son esos olivos:




De nuevo gracias. Gracias a Madrid y gracias a todos por vuestra indulgencia al dejarme ser, cada vez más, la hija pródiga que vuelve, y volverá, a casa.


N. del A.: Gracias a Pablo por esta foto que ilustra perfectamente dicho azul impar.

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Reflexiones espontáneas