No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.
Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.
¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.
No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.
Desde el más tierno e inocente comienzo del uso de razón hasta el fin de nuestros días nos llenan la vida de consignas, de aprobaciones implícitas y de prohibiciones tajantes e inmisericordiosas.
Inconscientemente, desde que ponemos dos pies sobre la tierra nos sitúan al inicio de un camino preconcebido elaborado a base de preceptos ancestrales culturales y sociales, de convenciones no tácitas, de lo que se resume en las cuatro palabras "de toda la vida".
Admirable. Me quito el cráneo.
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