Ramo
Orma
Amor
Roma
Estandarte de la bella Italia. Ciudad del sol resplandeciente que en verano derrite (literalmente) pasiones frente al Coliseo.
No hay nada mejor como hacer turismo sin hacerlo. Como descubrir una Roma diferente paseando por sus callejuelas entrañables de edificios cálidos, rosados y anaranjados de balcones de geranios floreados; y sus calles, avenidas y jardines envueltos en los colores de las adelfas, blancas y rosas. Terrazas inundando las calles del buen humor que desata una multitud de sonrisas.
Parques donde contemplar el límpido cielo azul bajo la sombra de un pino esperando a que pasen las ardillas. Donde cerrar los ojos varios minutos y olvidar la propria existencia. Villa Borghese o el Giardino degli Aranci. Dos recintos mágicos poseedores de magníficas vistas de la ciudad de Roma donde perder la mirada en un sinfín de cúpulas y tejados, donde atrapar un instante de levedad lejos del bullicio de sus calles y donde contemplar, junto a una pequeña brizna de hierba, todo el mundo a tus pies.
Un paseo en moto donde liberar la melena y volar a pesar de las inclemencias del tráfico y del pavimento. Y sentir a Roma más ligera que nunca bajo una alegre descarga de adrenalina.
La sera, atravesar el Tíber hacia la Piazza Trilussa, para ser asaltados en plena calle por la guardia Bersaglieri, quienes, sin dejar de tocar, desfilaban en formación al son de trompas, trompetas y trombas a lo largo del quartiere Trastevere. Y continuar con una más que acogliente cena degustación de todos los platos romanos destacados de la carta en el ristorante "Casetta di Trastevere".
Una escapada a la playa Freggena donde descansar la vista en el horizonte y regalarle a mis oídos esa sinfonía de olas rompiendo en la orilla, la suave caricia de la mar salada en mis tobillos. No podía faltar un emulado retorno a los orígenes.
Y sobrevivir a una intera giornatta en bicicleta bajo un sol de justicia a 34° con parada obligatoria y baño incluido en cada fontana. Y recorrer calles, plazas esquivando turistas, coches, motos y cámaras fotográficas, disfrutando de la brisa armonizante del verano. Y descubrir, entre otras, la Piazza S. Ingnazio, una plaza que es un escenario de teatro con una iglesia cuyo mural del techo posee una profundidad sobrecogedora. Y contemplar el cielo azul a partir de la apertura de la boveda circular del Pantheon, el "tempio di tutti gli dei" ahora dedicado a uno solo. Y terminar la jornada con un poco de "free time" para tomar el aperitivo.
Decir que no me gusta el whiskey pero, musha ring dumma do damma da, la melodía de Thin Lizzy se ha convertido en la banda sonora por excelencia de un largo, larguísimo fin de semana impeccabile.
Una cena bajo las estrellas donde combinar lo stress del ritardo con la técnica del Philadelphia y el cálculo mental para lograr un resultado positivo con la mayor eficacia entre lo que va a la boca y lo que se destina al plato sin volver loco al sherpa. Y degustar la vera cucina siciliana junto a un buen pedazo de melva tarifeña.
Y sobrevivir a una intera giornatta en bicicleta bajo un sol de justicia a 34° con parada obligatoria y baño incluido en cada fontana. Y recorrer calles, plazas esquivando turistas, coches, motos y cámaras fotográficas, disfrutando de la brisa armonizante del verano. Y descubrir, entre otras, la Piazza S. Ingnazio, una plaza que es un escenario de teatro con una iglesia cuyo mural del techo posee una profundidad sobrecogedora. Y contemplar el cielo azul a partir de la apertura de la boveda circular del Pantheon, el "tempio di tutti gli dei" ahora dedicado a uno solo. Y terminar la jornada con un poco de "free time" para tomar el aperitivo.
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Reflexiones espontáneas