Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

domingo, 5 de agosto de 2012

De l'espoir (II)


"¿No es acaso, solamente el problema de la gente que vive bajo regímenes dictatoriales autoritarios que les privan de su libertad personal y política? En verdad, la libertad lograda por la democracia moderna implica una una esperanza para el hombre y su desarrollo. (...) Pero es solamente una esperanza y no una realidad. Enmascaramos nuestro propio problema moral si enfocamos nuestra atención a comparar nuestra cultura con modos de vida que son la negación de los mejores triunfos de la humanidad y, de esta manera, ignoramos el hecho de que también nosotros nos hallamos sometidos a un poder que no es el de un dictador ni el de una burocracia política ligada a él, sino al poder anónimo del mercado, del éxito, de la opinión pública, del "sentido común" -o mejor dicho, del "sin sentido común"- y de la máquina en cuyos siervos nos hemos convertido.

Nuestro problema moral es la indiferencia del hombre consigo mismo. Hemos hecho de nosotros mismos los instrumentos de propósito ajenos a nosotros, nos experimentamos y nos tratamos como objetos y nuestros propios poderes se han enajenado de nosotros. (...) Carecemos de conciencia, en el sentido humanista, porque no osamos fiar en nuestro juicio. Estamos convencidos de la creencia de que la ruta que seguimos debe conducir a una meta determinada porque vemos a los demás en la misma ruta.

Dostoievski dijo una vez: "Si Dios está muerto, todo está permitido." Esto es, en verdad, lo que cree la mayoría de las personas; difiere solamente en que algunos llegan a la conclusión de que Dios y la Iglesia deben subsistir a fin de mantener el orden moral, mientras que otros aceptan la idea de que todo está permitido, que no existe ningún principio moral válido y que el oportunismo es el único principio regulador de la vida. (...)

Si repito ahora la pregunta planteada al comienzo de este libro, de si tenemos razón para estar orgullosos y esperanzados, la respuesta es de nuevo en sentido afirmativo, pero con la reserva que se deduce de todo aquello que hemos analizado: ni el buen resultado ni el malo es automático o preestablecido. La decisión depende del hombre. Depende de su capacidad para tomarse a sí mismo, a su vida y a su felicidad seriamente; de su buena voluntad para enfrentarse con su problema moral y el de su sociedad. Depende del valor que tenga para él mismo, y de ser para sí mismo."



Nada como una buena lectura que sconvolta, que esperanza, que cuestiona todo aquello que parecía incuestionable.

Nada como un poco de cura de moral que cada día parece más olvidada.

Nada como un impulso de optimismo, un pequeño empujoncito de  valentía, una pizca de inspiración y un alarde de osadía. De confianza en el progreso y en que, por muchas veces que se pierda el rumbo, siempre es más fácil recuperarlo siguiendo adelante. Siempre hacia delante.

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