Cambiar el contexto pero no el trabajo.
Cambiar el Sena por el mar del norte.
La bulliciosa París por una Copenhague llena de bicis y con solamente dos líneas de metro de no más de quince paradas.
Con un ininterrumpido sol norteño (de esos que brillan pero no calientan) de la mañana a la noche.
Pasear a lo largo del puerto hasta Kastellet, una isleña fortaleza estrellada cubierta por una pátina de césped perfecto y enarbolada de cerezos en flor. Apurar el paso entre las primeras luces del ocaso para descubrir en medio en un rincón de la ensenada una pequeña estatua en bronce camuflada entre las rocas.
La sirenita fue un regalo a la ciudad de Copenhague de Carl Jacobsen, un cervecero que, durante una representación en el Teatro Real de Copenhague, fue cautivado por la belleza de bailarina que representaba el papel de sirenita, la cual inspiró dicho regalo.
Disfrutar de un lento anochecer entre el mar y los jardines, con la silueta de la iglesia anglicana de St Alban y su puntiaguda torre recortándose en el juego de sombras del horizonte.
Levantarse para ir a trabajar a la luminosa sede de DR (Danemark Broadcasting). Junto a ella se encuentra el auditorio de conciertos Koncerthuset, sede de la Orquesta Sinfónica Nacional Danesa, cuyo diseño fue ideado por el gran arquitecto francés Jean Nouvel.
Compaginar trabajo y turismo, y pasear por sus calles desiertas hasta la plaza de los cuatro palacios de Amalienborg, residencia de invierno de la familia real danesa. Perfecta alineación de edificios y calles, tomando como eje central de la plaza la estatua del rey Frederik V, a un lado el mar, y al otro la Frederiks kirke, la iglesia de mármol.
Cenar en Nyhavn, entre barcos y fachadas coloreadas. Seguir caminando al borde del canal, perdiendo la mirada en el reflejo de luces del agua.
Al día siguiente, pasear desde la Opera a la isla de castillos de Slotsholmen. Cruzar el puente y bordear el canal de Overgaden Neden Vandet hasta la iglesia de San Salvador, con su magnífica torre que finaliza en una espiral.
Adentrarse en el barrio de Christianshavn, donde se encuentra la famosa "Christiania" un recinto "autogobernado", una mini ciudad en otra ciudad. Sus inicios datan del año 1971, con la iniciativa por parte de varias familias de transformar un abandonado terreno militar en un espacio de juego para los niños. A partir de ahí, grupos de personas ocuparon esos terrenos y un movimiento comunal fundó Christiania. Aunque incialmente tolerado por el gobierno danés, una serie de conflictos relacionados con la propiedad de los terrenos y el comercio de drogas hizo que los habitantes ilegales compraran una gran parte de los terrenos del barrio para poder disponer de ellos con la misma filosofía comunal.
El cartel a la salida del recinto, «You're now entering the EU», lo dice todo respecto a las ideas políticas de sus habitantes, los cuales se consideran como un estado independiente de Dinamarca y de las leyes europeas. Sin embargo, y afortunadamente, la entrada/salida en Christiania es completamente libre y no requiere pasaporte :)
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Reflexiones espontáneas