Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

jueves, 26 de enero de 2012

Au théâtre du Palais Royal


No hay nada como hacer algo diferente y aceptar un plan espontáneo.
Nada como desafiar el mal tiempo y acabar el día con una buena dosis de rigolade.

Fue en 1641 cuando el cardenal Richelieu ordenó la construcción de este teatro sobre el ala este del Palacio Real. Un Palacio Real que otrora se llamaba Palacio Cardenal, el cual, elevado también bajo el poder de Richelieu fue una herencia al joven rey Louis XV quien, todavía niño, se instaló en dicho palacio.

Un teatro que sobrevivió a dos incendios y a más de tres siglos de representaciones. Con un interior magníficamente redecorado según el estilo neo-Luis XV extremadamente generoso en lo que a ornamentos dorados se refiere.

Un teatro entouré por esas típicas callejuelas parisinas tan entrañables, y de cafés bohemios donde tomar el clásico apéro antes de acudir a la representación.


  • Y todo eso au 38, rue Montpensier: le théâtre du Palais Royal;
  • Comedia más que recomendada: Les Bonobos;
  • Happy hour avant théatre: au bistrot café "Reflets de scène", donde sugiero encarecidamente probar sus coktails de champagne.

lunes, 23 de enero de 2012

L'amour et la folie


Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.
Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura, como siempre tan ocurrente, les propuso: ¿Vamos a jugar a las escondidas?. La Intriga levantó la ceja y la Curiosidad, ya sin poder contenerse, contestó: "¿A las escondidas? ¿Y cómo es eso?. "Es un juego, dijo la Locura, yo me tapo la cara y empiezo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego."
El Entusiasmo bailó seguido por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar: la Verdad prefirió no esconderse ¿para qué?, si al final siempre la descubrían, y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no había sido de ella) y la Cobardía prefirió no arriesgarse...
Uno, dos, tres..., comenzó a contar la Locura. La primera en esconderse fue la Pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad casi no alcanzaba a esconderse. Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. ¿Un lago cristalino?, ideal para la Belleza. ¿La hendija de un árbol?, perfecto para la Timidez. ¿El vuelo de una mariposa?, lo mejor para la Voluptuosidad. ¿Una ráfaga de viento?, magnífico para la Libertad. Así terminó por ocultarse en un rayito de sol. El Egoísmo, en cambio, encontró un lugar muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo... pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y la Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes. El Olvido... se me olvidó donde se escondió, pero eso no es lo importante. Cuando la Locura contaba 999.999, el Amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado... hasta que divisó el rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores.
Un millón, contó la Locura, y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la Pereza, sólo a tres pasos de la piedra. Después se escuchó a la Fe discutiendo con Dios en el cielo sobre Teología, y a la Pasión y al Deseo los sintió vibrar en volcanes. En un descuido encontró a la Envidia, y claro, así pudo descubrir dónde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo: él solito salió de su escondite, que resultó ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la Belleza. Y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir de qué lado esconderse. Así fue encontrando a todos. El Talento entre la hierba fresca. A la Angustia en una cueva oscura. A la Mentira detrás del arco iris (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta el Olvido... que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas.
Sólo el Amor no aparecía por ningún lado. La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en las cimas de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida, vio las rosas. Con una horquilla empezó a mover las ramas, hasta que de pronto se escuchó un grito doloroso. Las espinas habían herido los ojos del Amor. La Locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, imploró, rogó, pidió perdón y prometió ser para siempre su lazarillo.
Desde entonces, desde la primera vez que se jugó a las escondidas en la Tierra, el amor es ciego y la Locura siempre lo acompaña.



El amor y el alma y su inextricable unión, es una hermosa metáfora de la mitología griega. Pero el Amor, con sus actos que la razón no entiende, también necesita, para ser, un poco de Locura...

La Locura de la postrera esperanza, de una ilusión desmesurada, de una mirada que nos hace soñar y correr tras un imposible perfectamente posible, pues bajo la locura del amor todo es realizable: y sin saber que era imposible, fue y lo hizo.

La Locura de una promesa a la eternidad.


"El amor no ve con los ojos, sino con el alma, y por eso pintan ciego al alado Cupido. Ni en la mente de Amor se ha registrado señal alguna de discernimiento. Alas sin ojos son emblema de imprudente premura, y a causa de ello se dice que el amor es un niño, porque en la elección yerra frecuentemente".

También dicen del Amor, que lo pintan ciego para no ver los obstáculos y con alas para salvarlos. Como siempre, la elección, el sentido a la vida y a todas las cosas que nos rodean no es otro que el que, libremente, nosotros mismos queramos otorgarle.

martes, 17 de enero de 2012

La lenteur au Louvre


"Es una exigencia de la belleza, pero ante todo de la memoria, imprimir una forma a una duración. Porque lo que es informe es inasible, inmemorizable. Concebir su cita como una forma fue para ellos particularmente valioso, ya que su noche debía permanecer sin mañana y solo podría repetirse en el recuerdo. Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. Evoquemos una situación de los más trivial: un hombre camina por la calle. De pronto, quiere recordar algo, pero el recuerdo se le escapa. En ese momento, mecánicamente, afloja el paso. Por el contrario, alguien que intenta olvidar un incidente penoso que acaba de ocurrirle acelera el paso sin darse cuenta, como si quisiera alejarse rápido de lo que, en el tiempo, se encuentra aún demasiado cercano a él. En la matemática existencial, esta experiencia adquiere la forma de dos ecuaciones elementales: el grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido."
La lentitud, Kundera

De nuevo Kundera, con sus inusitadas reflexiones a menudo tan acertadas.
Y muy lentamente ha transcurrido la pasada semana. Soleada pero de un frío afilado e hiriente, sobre todo al caer la noche.
Un domingo gélido pero luminoso y hermoso como el mármol de las esculturas del Louvre, por donde me dejé caer, muy lentamente y a última hora, cuando ya no hay que esperar cola y los turistas han dejado de apretar compulsivamente el gatillo de sus cámaras fotográficas; a instancias de un súbito arrebato, de una insólita búsqueda de refugio, de calor, en la belleza inmortal que se preserva en las salas del palacio.
Y así, después atravesar la antesala de esculturas y de subir las escalinatas de mármol prolongué lentamente mi paseo rodeada de Tiziano, de Veronese, de la profunda religiosidad de Ribera, Murillo y Zurbarán, de da Vinci, todo el compendio que conforma el contraste entre el colorido Renacimiento y los claro-oscuros del barroco de la pintura española e italiana, hasta el romanticismo en forma de vívidos lienzos llenos de movimiento impregnados del trazo inconfundible de Delacroix como contrapartida del desmesurado y riguroso detallismo de Louis David.

Mitología e historia que se aúnan entremezclando lo verídico y lo ilusorio, lo religioso y lo lisonjero, en un aller-retour despacio, muy despacio, un paseo tranquilo a lo largo del pabellón Denon que finalizó en donde había empezado, acariciando lentamente con la mirada la delicada ternura que se desprende de la obra maestra de Canova: Amore e Psiche.
El título de dicha escultura en francés, Psyché ranimée par le baiser de l'Amour, es más explícito, pues hace referencia al final del cuento mitológico en el que, tras numerosas y duras pruebas, el Amor y el Alma (que es lo que significa Psique en griego) se encontraron; y es entonces cuando Cupido reanima a Psique con su beso de amor y le concede la inmortalidad a su lado, pues su unión no debía romperse nunca jamás.
"El alma reina donde quiere, desde el fondo de los calabozos puede elevarse hasta el cielo".
Napoleón Bonaparte

martes, 10 de enero de 2012

À l'Opéra Garnier


Fue durante el verano del año 2000 cuando vi la Opéra Garnier por primera vez. Desde entonces ha sido visita obligada en las incursiones parisinas del 2008 y 2010, siempre de noche, cuando el tráfico amaina y su fachada se ilumina, para observar como los asistentes subían engalanados por la escalinata mientras soñaba con ser uno de ellos.


Je suis persuadée, como dicen por aquí, que eso que llaman "suerte" depende de nosotros mismos, y el creer o no creer en algo posee un poder que desconocemos. Y estos dos últimos años me lo ha demostrado, en lo bueno y lo malo. Por eso, cuando a los pocos días de haberme registrado, buscado, y descubrir que todo estuviera completo hasta marzo, sucede que recibo una llamada de mi banco para invitarme a un ballet en la Opéra Garnier, y además en un palco al nivel de la Orquesta, no es de extrañar que la mano me temblara de alegría y excitación (pero sobre todo de desconcierto) cuando colgué el teléfono.

Y ayer, 12 años más tarde, fue el gran día.

La versión original del ballet Napoli data de 1842, y fue representada según el coreógrafo francés August Bournonville, en el Teatro Real Danés. En él se cuenta la historia de la hermosa Teresina, novia del pescador Gennaro, la cual desaparece en el mar a causa de una repentina tormenta. Goldo, el señor de los mares, queda prendado de su belleza y pretende convertirla en una de sus náyades. Pero su amante pescador no temerá adentrarse en lo más oscuro del océano para traerla de vuelta a su lado.

La versión actual, que data de 2009, está coregrafiada por el danés Nikolaj Hübbe y la finalndesa Sorella Englund; y aún siendo totalmente fiel a la original concede un mayor protagonismo al amor y a la sensualidad de la pareja de amantes protagonistas.

Como bien dijo Leonardo allá por el siglo XVI, "la música es poesía muda". Y en este caso, a la expresividad de la orquesta había que añadirle la sutileza y levedad de los movimientos de los bailarines, dotados de un cimbreante porte ingrávido, además de una puesta en escena y vestuario inmejorables. Magnifique.


A veces, ahora que vivo aquí, al lado de Garnier, a tan solo unos minutos andando entre toneladas de gente y tráfico; a veces siento que ha perdido parte de su encanto entre toda la masificación que la rodea. Pero entonces pienso en esa niña pre-adolescente y recuerdo su sonrisa y su estupor cuando burló la vigilancia del portero y dio unos tímidos pasos por el hall de la entrada; y es entonces cuando me doy cuenta de que es esa mágica e íntima transposición al pasado lo que la hace tan especial para mí.

Confieso que prefiero sentir la inmensidad de la ciudad desde lo alto de Montmatre para después descender y perderme entre sus callejuelas y escaleritas entrañables, o un atardecer al borde del Sena contemplando el manto de luces del crepúsculo caer sobre Nôtre Dame en el quai de la Tournelle o el quai d'Orléans con una botella de vino blanco que degustar en buena compañía. Sin embargo, la Opéra Garnier es y será siempre un lugar especial, capaz de absorber todo lo que le rodea (luces, ruido, coches, bistrots, pasos agitados) y ser solo mía, y de aquella niña, durante unos segundos ingrávidos, concesores de una inefable levedad.