Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

miércoles, 30 de octubre de 2013

Le rayon de soleil dans la lutte



La guerra, esa la lepra moral que acecha nuestra raza desde el principio de los tiempos.

 Un fantasma de estandartes,
una bandera quimérica, 
un mito de patrias:
una grave ficción de fronteras. 

Músicas exasperadas, 
duras como botas, huellan 
la faz de las esperanzas 
y de las entrañas tiernas.

Crepita el alma, la ira. 
El llanto relampaguea. 
¿Para qué quiero la luz 
si tropiezo con tinieblas? 

Pasiones como clarines, 
coplas, trompas que aconsejan
devorarse ser a ser, 
destruirse, piedra a piedra. 
Relinchos. Retumbos. Truenos.
Salivazos. Besos. Ruedas. 
Espuelas. Espadas locas 
abren una herida inmensa. 

Después, el silencio, 
mudo de algodón, 
blanco de vendas, 
cárdeno de cirugía, 
mutilado de tristeza. 
El silencio. Y el laurel 
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado, 
como un vientre tenso, 
suena detrás del innumerable
muerto que jamás se aleja.


Unos versos que suenan tan bien en francés como en español.

Non, il n'y a pas de prison pour l'homme
Ils ne pourront pas m'attacher, non.
Ce monde plein de chaînes
m'est petit et étranger.
Qui enferme un sourire?
Qui emmure une voix....
Libre je suis. Sens-moi libre
Seulement par amour.


Y contra la muerte y la injusticia, se revela cómo el amor y la alegría que emana espontáneamente de cada ser es la única espada a empuñar, la única arma que puede hacer libre al hombre.



Miguel Hernández, 30 octubre 1910 - 28 marzo 1942

sábado, 26 de octubre de 2013

La fête du bouc


No era un chivo común, esa cría macho de la cabra, ni un chivo religioso, de esos que el sumo sacerdote sacrificaba por los pecados de los israelitas. A pesar de su ponzoña, no era ese chivo que hace referencia a la poza o estanque donde se recogen las heces del aceite. No era ni mucho menos un chivo expiatorio, aunque una buena parte del pueblo dominicano (y de su vecino haitiano) expiaran con su sangre el egoncentrismo acérrimo de Rafael Leónidas Trujillo: el Chivo.

Un culto al nepotismo recubierto de patriotismo sin límites. La desmesura del poder, del control absoluto. El despojo de los valores más íntimos e intrínsecos al ser humano: el honor, la moral, la libertad. Arrebatando el regalo más preciado que nos ofrece la vida, libre albedrío.

Una magnífica novela coral entremezclando realidad y ficción, una recreación de la vivencia del tiranicidio en los personajes principales del régimen, desde el propio Chivo hasta sus esbirros políticos y militares más próximos.

La estructura del libro, con numerosos saltos temporales, aprisiona al lector entre sus páginas pese a que el final ya ha sido revelado al inicio. Tal es la fuerza psicológica y la indiosincrasia particular de cada uno de los seguidores del Chivo, que se revela como un enorme misterio desconcertante y cautivador para aquellos de nosotros que no han vivido bajo la sombra de un tirano.

El cómo fue posible, el por qué lo permitieron es justificado por todos y cado uno de los adeptos al régimen con una precisión contumaz a lo largo del relato. Es por ello que la única redención posible a sus almas mancilladas era acabar de forma brutal pero definitiva con aquel que durante tantos años adormeció sus conciencias.

Terror y crueldad se entrelazan dando lugar a una barbarie de torturas, expoliaciones y venganzas relatadas con gran maestría por parte de Vargas Llosa, donde no solamente el cuerpo está expuesto, sino también desgrana los sentimientos y motivaciones de víctimas y verdugos.


Lectura obligada, un clamor por la libertad y la dignidad del hombre, y al mismo tiempo desmitificar una América Latina corrompida solamente por Pinochet en Chile o la de Onganía-Levingston-Lanusse en Argentina. Y eso sin contar todas aquellas abominaciones totalitarias que desconocemos, que no han sido todavía escritas ni filmadas.





lunes, 14 de octubre de 2013

Madrid toujours


"El viaje que solo te lleva a otra parte es un viaje a medias. El único viaje completo es el que te lleva al sitio de donde partiste. Lo que hay al final del viaje, en cada imagen extraña a la que uno se siente ligado, incluso en el paisaje descabellado de esta ciudad, es tu propia alma. Sino está tu propia alma después de todo, el viaje no vale la pena, lo olvidas, te vuelves. Yo me di aquí con mi propia alma, y me quedé. Y, para contarlo, escribí mi libro, y lo hice sobre Madrid, sobre España, porque no podía tener otro objeto".
"El ángel oculto", Lorenzo Silva

 

Y yo vuelvo siempre a buscar de nuevo ese azul impar de Madrid.
Un impulso que me catapulta en un avión sin previo aviso. Y siempre lo encuentro. Así como el sordo rumor de las copas de los árboles del retiro cuando cae la noche. O los alrededores de Gran Vía untados de gente y su entrañable entramado de callejuelas. Y sentir las voces y risas de siempre reunidas en una terraza, el sol tibio de otoño, la ración de calamares y boquerones esperándome.

Sea invierno, otoño, primavera o verano siempre hay un hueco para el azul en el cielo. Y para mí, porque que si hay algo que a París le falta, sois vosotros.



viernes, 4 de octubre de 2013

Sicile décrepie


Ruinas, sol y mar entre montañas.


Pero, si hay que escoger un adjetivo para definir la Sicilia, sería decrépita. Decrépita belleza, por supuesto.

Una acogedora decadencia esculpiendo portales y ventanales desvencijados, paredes ajadas y muros semiderruidos. La herrumbre acechando cada reja, verja, portón o bisagra metálica. 
Dinteles y alféizares carcomidos por el tiempo y los combates, emergiendo de su abandono como un suspiro de piedra inmortal. Vírgenes y cristos descoloridos incrustados en el muro. Balcones enfundados en una red que contiene polvo y escombros.



Con todo,  el astro rey sin duda adora la isla, pues una luminosidad sin parangón atenaza los colores, dorando los muros desconchados y cubriendo el mar de polvo diamantino.

Sicilia, la isla más grande del mar mediterráneo, debe su nombre a la tribu nativa que la ocupaba, los sículos. Y su historia es densa, pues no fueron pocos los pueblos que intentaron hacerse con el control de la isla a lo largo de los siglos. En la época de las colonizaciones, fue ocupada en primer lugar por los fenicios (siglo IX a. C.). Un siglo más tarde, los griegos irrumpieron en la isla, fundando Siracusa y Catania. Le siguieron los cartagineses, los romanos y los vándalos y ostrogodos. En el año 535 llegaron las tropas de Bizancio de mano del capitán Belisario y Sicilia fue bizantina durante medio milenio, hasta que los sarracenos fundaron el emirato de Sicilia a finales del año 800. En la segunda mitad del siglo XI, fue conquistada por los normandos, después por los franceses (Casa d'Anjou) y a finales del siglo XIII pasó a formar parte del reino de Aragón. Sicilia se convirtió en un virreinato más del Imperio español hasta el año 1713.  
No fue hasta 1861, en pleno risorgimento, cuando Giuseppe Garibaldi (cuya audacia le ha valido una plaza, avenida y varias placas en su nombre en cada ciudad italiana que se precie) arrebató Sicilia a los borbones para entregársela a Victor Manuel II y así formar parte, finalmente, del recién unificado reino de Italia.



Palermo -  Castellamare del Golfo - San Vito lo Capo - Porto Empedocle - Selinunte - Agrigento - Scala dei Turchi - Noto - Catania - Nicolosi - Parque natural del Etna - Taormina - Cefalú

Un recorrido en un coche azul Klein (cómo no!), un road trip para saborear cada rayo de sol, a destra il mare, a sinistra le montagne. Atravesando una tierra fecunda repleta de naranjos, limoneros, mandarinos, hortalizas, legumbres y frutos secos. Sin olvidar las viñas, sobre todo las vids de la región de Marsala y su archiconocido Nero di Avola. Vino de la tierra con el que saborear los maccheroni alla siciliana, la carne alla pizzaiola, la caponata siciliana y los canoli siciliani o el riquísimo involtini di pesce spada. Con paradas obligadas en playas como
Selinunte, Realmonte, Scapello o la Scala dei Turchi, donde disfrutar de un bellisimo tramonto. En Agrigento, antiguo 'Akragas', las ruinas se funden con el horizonte en la acrópolis grecorromana, ciudad de la cual dijo el célebre poeta griego Píndaro: 'people of akragas were built for eternity but feasted as if there were no tomorrow'. 


Avanzando a lo largo del triángulo costero por completo con tres breves incursiones a las montañas de Agrigento, Noto y por supuesto el punto más alto de la isla, el volcán Etna a 3.323m de altura. Todavía en actividad, se pueden apreciar kilómetros de lava solidificada a lo largo de sus laderas. Una negrura infinita que contrasta con el azul del cielo.


Perderse entre las callejuelas bordeando las murallas de Siracusa, la cual, famosa por ser de las más hermosas y admiradas ciudades helénicas, conserva todavía su belleza, decadente y decrépita, por supuesto. 

Pasear entre las casas y calles de Taormina esculpidas en la montaña entre el mar y el firmamento, las cuales rivalizan con las ruinas del anfiteatro romano y sus magníficas vistas. 
Un salto insieme desde las gradas, motivado por un impulso incoercible, un paso avanzando hacia el futuro, aunando las ruinas y la ciudad incipiente y mirando al frente, avanti. 
Sempre avanti.


Di Alfo ultima dimora,
Ortigia, gloriose radici della potenza di Siracusa,
Culla allora di Artmide,
Da te, o sorella di Delos, si innalzi il canto
Addolcendo a prezzo alto ... 

Pindaro