Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

viernes, 4 de octubre de 2013

Sicile décrepie


Ruinas, sol y mar entre montañas.


Pero, si hay que escoger un adjetivo para definir la Sicilia, sería decrépita. Decrépita belleza, por supuesto.

Una acogedora decadencia esculpiendo portales y ventanales desvencijados, paredes ajadas y muros semiderruidos. La herrumbre acechando cada reja, verja, portón o bisagra metálica. 
Dinteles y alféizares carcomidos por el tiempo y los combates, emergiendo de su abandono como un suspiro de piedra inmortal. Vírgenes y cristos descoloridos incrustados en el muro. Balcones enfundados en una red que contiene polvo y escombros.



Con todo,  el astro rey sin duda adora la isla, pues una luminosidad sin parangón atenaza los colores, dorando los muros desconchados y cubriendo el mar de polvo diamantino.

Sicilia, la isla más grande del mar mediterráneo, debe su nombre a la tribu nativa que la ocupaba, los sículos. Y su historia es densa, pues no fueron pocos los pueblos que intentaron hacerse con el control de la isla a lo largo de los siglos. En la época de las colonizaciones, fue ocupada en primer lugar por los fenicios (siglo IX a. C.). Un siglo más tarde, los griegos irrumpieron en la isla, fundando Siracusa y Catania. Le siguieron los cartagineses, los romanos y los vándalos y ostrogodos. En el año 535 llegaron las tropas de Bizancio de mano del capitán Belisario y Sicilia fue bizantina durante medio milenio, hasta que los sarracenos fundaron el emirato de Sicilia a finales del año 800. En la segunda mitad del siglo XI, fue conquistada por los normandos, después por los franceses (Casa d'Anjou) y a finales del siglo XIII pasó a formar parte del reino de Aragón. Sicilia se convirtió en un virreinato más del Imperio español hasta el año 1713.  
No fue hasta 1861, en pleno risorgimento, cuando Giuseppe Garibaldi (cuya audacia le ha valido una plaza, avenida y varias placas en su nombre en cada ciudad italiana que se precie) arrebató Sicilia a los borbones para entregársela a Victor Manuel II y así formar parte, finalmente, del recién unificado reino de Italia.



Palermo -  Castellamare del Golfo - San Vito lo Capo - Porto Empedocle - Selinunte - Agrigento - Scala dei Turchi - Noto - Catania - Nicolosi - Parque natural del Etna - Taormina - Cefalú

Un recorrido en un coche azul Klein (cómo no!), un road trip para saborear cada rayo de sol, a destra il mare, a sinistra le montagne. Atravesando una tierra fecunda repleta de naranjos, limoneros, mandarinos, hortalizas, legumbres y frutos secos. Sin olvidar las viñas, sobre todo las vids de la región de Marsala y su archiconocido Nero di Avola. Vino de la tierra con el que saborear los maccheroni alla siciliana, la carne alla pizzaiola, la caponata siciliana y los canoli siciliani o el riquísimo involtini di pesce spada. Con paradas obligadas en playas como
Selinunte, Realmonte, Scapello o la Scala dei Turchi, donde disfrutar de un bellisimo tramonto. En Agrigento, antiguo 'Akragas', las ruinas se funden con el horizonte en la acrópolis grecorromana, ciudad de la cual dijo el célebre poeta griego Píndaro: 'people of akragas were built for eternity but feasted as if there were no tomorrow'. 


Avanzando a lo largo del triángulo costero por completo con tres breves incursiones a las montañas de Agrigento, Noto y por supuesto el punto más alto de la isla, el volcán Etna a 3.323m de altura. Todavía en actividad, se pueden apreciar kilómetros de lava solidificada a lo largo de sus laderas. Una negrura infinita que contrasta con el azul del cielo.


Perderse entre las callejuelas bordeando las murallas de Siracusa, la cual, famosa por ser de las más hermosas y admiradas ciudades helénicas, conserva todavía su belleza, decadente y decrépita, por supuesto. 

Pasear entre las casas y calles de Taormina esculpidas en la montaña entre el mar y el firmamento, las cuales rivalizan con las ruinas del anfiteatro romano y sus magníficas vistas. 
Un salto insieme desde las gradas, motivado por un impulso incoercible, un paso avanzando hacia el futuro, aunando las ruinas y la ciudad incipiente y mirando al frente, avanti. 
Sempre avanti.


Di Alfo ultima dimora,
Ortigia, gloriose radici della potenza di Siracusa,
Culla allora di Artmide,
Da te, o sorella di Delos, si innalzi il canto
Addolcendo a prezzo alto ... 

Pindaro 



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Reflexiones espontáneas