Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

jueves, 31 de julio de 2014

Bretagne : Côtes d'Armor



Paris - PléneufLourtuais - ErquyLe petit Saint Michel - Lancieux - Saint Malo - Rennes

Petit week end escapade vers les Côtes d'Armor, Bretagne. 
Siempre Bretagne.

Lejos del cemento y del bullicio, bajo un sorprendente cielo de mil azules y un vívido horizonte inabarcable de vida.
Con una compañía deliciosa e intrépida, y un guía excepcional. 


Unas playas semidespobladas, un encanto preservado por una colina verdescente, como la de Lourtuais.
Un agua que revive los sentidos, que despierta y espabila como sólo sabe hacerlo el Atlánticos. Un viento, ese Noroît, que sabe como nadie despeinar el cabello y amainar los espíritus inquietos. Que sabe agitar los océanos y hacer del vaivén de las olas un juego sin fin, un remanso de paz contenido en su movimiento eterno.

Anochecer y una cena en un marco incomparable, el del petit Saint-Michel. Una sencilla ermita en una colina sólo accesible en marea baja. Un pequeño Saint-Michel que no tiene nada que envidiar al grande ahogado entre turistas y comercios. Una armonía simplicista de sosegada belleza, un rincón de esperanza.


Unas auténticas crêpes bretonas deliciosas, un insuperable helado de caramel beurre salé. No se conoce el verdadero sabor del caramelo o de la mantequilla si no se ha probado el de Bretaña, con su inconfudible sabor salado, sabor a mar.

Amanecer con un capuccino de los que abren los ojos en el puerto medieval de Dahouët con sus casas de piedra, los pescadores desenmarañando sus redes, su sencillo faro apostado sobre las aguas turquesas, su olor a brea.


Après-midi en la playa de Lancieux. Marea baja y todo un paraíso de arena mojada y de finas capas de agua que se van acercando paulatinamente en cada vaivén de las olas. Alternar las palas de playa con el jugar en la orilla con las caracolillas y los cangrejos diminutos como los niños chicos. Llevar un libro y no abrirlo porque el mar, el horizonte o el rummy son más que suficientes.

Retour a la civilización suavizando el impacto con paradas en Saint Malo y Rennes. La capital de Bretagne se desvela pacífica y tranquila, lejos de Saint-Anne y la rue de la soif parece que sólo nosotros levantamos el alboroto sobre sus calles empedradas.






martes, 15 de julio de 2014

Un 14 de juillet




Un 14 de julio había que pasarlo en París, al menos una vez.

Tratando de sobrellevar el baño de multitudes en los Champs de Mars de la mejor manera posible, con la Orquestra Nacional de Francia amansando las masas.



Y disfrutar de los grandes temas de Berlioz, Wagner, Puccini o del gran Verdi y su declaración de amor, el pur ti riveggo mia dolce Aida, de Radamès al atardecer, bajo un cielo azul a los pies de la torre Eiffel.

Unas melodías capaces de hacer olvidar la fatiga y la muchedumbre sedienta de espectáculo aglutinada frente a la pantalla. 


Una cadencia envolvente de notas armoniosas elevadas hacia el ocaso...

Y para clôturer el concierto, la magnífica Obertura 1812 de Tchaikovsky prepara la escena para los fuegos desde la torre Eiffel, la cual, incandescente y vestida de patriotismo auna las luces y las estampidas de las explosiones al son de la música.



Y, por supuesto, la Marseillaise como colofón de los fuegos artificiales.