Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

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sábado, 23 de agosto de 2014

La Bretagne (II) - Finistère



Paris - Quimper, y de ahí en adelante el velero/vélo/moto o, simplemente, un coche, se hace imprescindible.

Quimper, o la capital del departamento de Finistère, en Bretagne. De nuevo Bretagne.

Tan cerca y tan lejos de casa al mismo tiempo.

La uniformidad de las casas bretonas (misma estructura de muros blancos adornados de piedra, tejado de pizarra y ventanas de postigos de colores, de preferencia azul); delata el desorden gallego donde predominan la teja roja y, sobre todo, donde ninguna ley ordena un dress-code que incluye hasta recomendaciones el tipo de inclinación del tejado de pizarra.



Abandonar la comodidad de la vista del horizonte desde nuestra acogedora casa de Audierne para ir a visitar le bout du monde, la Pointe du Raz.

Y submergernos, desde lo alto de sus acantilados, en una radiante y salvaje belleza, donde las gaviotas, el viento y las olas son sus dueños inquebrantables.

Haciendo honor a su nombre, « in finibus terræ », la pointe de Raz señala el fin de las tierras galas y se abre al inconmensurable horizonte del Atlántico.


Y si, en el fondo París no tiene nada que envidiar a ese inmenso ventanal de mar abierto.




domingo, 12 de mayo de 2013

France galicienne



Sol que se alterna con la lluvia. Un firmamento de mil tonos azules en el que acechan las nubes sin tregua. 


Verde alternando con el amarillo luminoso de los campos de colza.
Verde costero que se funde con el mar en un abrazo infinito.




 Del París superpoblado a un Mont Saint-Michel atestado de turistas en sus estrechas callejuelas medievales, donde hasta el más mínimo detalle (un cajero automático, un buzón de correos) está perfectamente camuflado con el ambiente. Calles que se funden en un decorado caballeresco de época. En la cúspide del monte destaca la abadía consagrada al arcángel San Miguel, y desde el interior de sus jardines amurallados se obtiene una espléndida vista de la bahía.

Toda una fortaleza inexpugnable gracias a sus impresionantes mareas de hasta 14,50 metros de altura, las cuales tienen lugar dos veces al día. Antes de la construcción de la carretera actual, el monte Saint-Michel solo era accesible por tierra durante la marea baja y por mar cuando la marea estaba alta.

Del Mont Saint-Michel a Cancale, recorriendo la costa bretona repleta de veleros y barcas de pesca de madera de colores.
Atravesando la Haute Bretagne a lo largo des côtes-D'Armor hacia Dinard, Saint Briac-sur-Mer, Dinan y Saint-MaloCon escala en Vannes, Tex, Pornichet y Rennes.


Desafiando al viento en la Pointe du Grouin, aspirando el aroma a mar y tierra fresca frente a un horizonte indeciso, un cielo mestizo de azul grisáceo indefinido.

Alternando moules et huîtres con barbacoas. Sin olvidar la consistencia de un buen postre de la tierra, el kouign-amann. Aderezando l'après-midi con un poco de mölkky y de palet bréton, agudizando la precisión, pero sobre todo poniendo a prueba la constancia y tenacidad de todo aspirante a bréton que descubre el juego. (La habilidad para colocar los "palets", especie de monedas fabricadas con hierro fundido de unos 120 gramos, sobre una tabla cuadrada de madera de 70 cm, no se adquiere tan fácilemente).

Y por más que nos incomode el acecho de la lluvia, la mayor ventaja de una predición metereológica impredecible reside en aprovechar al máximo los rayos de sol que nacen después (o antes) de una tormenta.







sábado, 3 de marzo de 2012

Dieppe


Fue volviendo a Madrid por Navidad cuando me dejé caer por la exposición Delacroix de la Fundación La Caixa. Impresionante y muy completa.

Y fue buscando en el mapa una destinación concreta para una pequeña escapada hacia el mar desde París, cuando reconocí Dieppe y la imagen del cuadro de Delacroix "La mer vue des hauteurs de Dieppe" se dibujó tímidamente en mi mente. Y la SNCF hizo el resto.

No importa cuántas veces hayas mirado las predicciones climatológicas si vas a Normandía. Ni siquiera echar un vistazo a través de la ventana in situ servirá de algo, pues en cuestión de minutos el sol puede pasar de reinar en un límpido cielo azul a ser engullido por la niebla, sin saber tampoco con certitud si lloverán cubos de agua o, utilizando terminología más específica, "s'il pleuvra des cordes", o si las nubes se tomarán el día libre.

Un viaje con destino al horizonte infinito en el marco incomparable de la indómita costa Atlántica. Un mar resplandeciente de inaudita belleza ya sea con niebla, sol, lluvia o nubes pasajeras. La visión de mar y cielo aunando azul a lo lejos, el rumor de xilófono lejano de las olas escurriéndose entre los guijarros de la orilla.

Y es que ça fait du bien prendre du recul en s'éloignant un peu de la bouleversante vie parisienne. Y disfrutar de la dulce ausencia de coches, superposición de tejados, pasos apurados o teléfonos móviles que no dan tregua.

Clima imprevisible, de último minuto, como esta excursión al mar, como más de la mitad de los planes que hago, como solo a mí me gusta.


martes, 23 de agosto de 2011

Riazor gris

Agosto en Coruña resultó ser una prolongación del agosto en París. Gris y con un sol que parece enemistado con el verano.

Un cielo plomizo envuelto en una atmósfera húmeda y cálida acompañando el silencioso rumor de las olas.


Riazor y sus aguas enarboladas de una inaudita belleza ingrávida. Un mar azul cobalto sin los rayos del sol desplegando sus guirnaldas luminosas en el horizonte.

De nuevo el mismo ritual, esa conversación sin palabras, la mirada fija en la lejanía y ese aroma salado acompañado de la ruidosa letanía de las gaviotas...

La tierra no es más que un momento, una noche que recordar, entre el cielo y el mar puedes volar, eterna oscilación de lo que fue y lo que vendrá.
(...)
Tu hogar no tiene fronteras porque tu hogar es el mar, sangre del espíritu aventurero que nos tocó llevar.
Hombres de mar, eterno buscador que nunca encuentra, en el horizonte azulado de cielo y mar.

R. Alberti