Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

martes, 17 de enero de 2012

La lenteur au Louvre


"Es una exigencia de la belleza, pero ante todo de la memoria, imprimir una forma a una duración. Porque lo que es informe es inasible, inmemorizable. Concebir su cita como una forma fue para ellos particularmente valioso, ya que su noche debía permanecer sin mañana y solo podría repetirse en el recuerdo. Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. Evoquemos una situación de los más trivial: un hombre camina por la calle. De pronto, quiere recordar algo, pero el recuerdo se le escapa. En ese momento, mecánicamente, afloja el paso. Por el contrario, alguien que intenta olvidar un incidente penoso que acaba de ocurrirle acelera el paso sin darse cuenta, como si quisiera alejarse rápido de lo que, en el tiempo, se encuentra aún demasiado cercano a él. En la matemática existencial, esta experiencia adquiere la forma de dos ecuaciones elementales: el grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido."
La lentitud, Kundera

De nuevo Kundera, con sus inusitadas reflexiones a menudo tan acertadas.
Y muy lentamente ha transcurrido la pasada semana. Soleada pero de un frío afilado e hiriente, sobre todo al caer la noche.
Un domingo gélido pero luminoso y hermoso como el mármol de las esculturas del Louvre, por donde me dejé caer, muy lentamente y a última hora, cuando ya no hay que esperar cola y los turistas han dejado de apretar compulsivamente el gatillo de sus cámaras fotográficas; a instancias de un súbito arrebato, de una insólita búsqueda de refugio, de calor, en la belleza inmortal que se preserva en las salas del palacio.
Y así, después atravesar la antesala de esculturas y de subir las escalinatas de mármol prolongué lentamente mi paseo rodeada de Tiziano, de Veronese, de la profunda religiosidad de Ribera, Murillo y Zurbarán, de da Vinci, todo el compendio que conforma el contraste entre el colorido Renacimiento y los claro-oscuros del barroco de la pintura española e italiana, hasta el romanticismo en forma de vívidos lienzos llenos de movimiento impregnados del trazo inconfundible de Delacroix como contrapartida del desmesurado y riguroso detallismo de Louis David.

Mitología e historia que se aúnan entremezclando lo verídico y lo ilusorio, lo religioso y lo lisonjero, en un aller-retour despacio, muy despacio, un paseo tranquilo a lo largo del pabellón Denon que finalizó en donde había empezado, acariciando lentamente con la mirada la delicada ternura que se desprende de la obra maestra de Canova: Amore e Psiche.
El título de dicha escultura en francés, Psyché ranimée par le baiser de l'Amour, es más explícito, pues hace referencia al final del cuento mitológico en el que, tras numerosas y duras pruebas, el Amor y el Alma (que es lo que significa Psique en griego) se encontraron; y es entonces cuando Cupido reanima a Psique con su beso de amor y le concede la inmortalidad a su lado, pues su unión no debía romperse nunca jamás.
"El alma reina donde quiere, desde el fondo de los calabozos puede elevarse hasta el cielo".
Napoleón Bonaparte

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Reflexiones espontáneas