Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

martes, 10 de enero de 2012

À l'Opéra Garnier


Fue durante el verano del año 2000 cuando vi la Opéra Garnier por primera vez. Desde entonces ha sido visita obligada en las incursiones parisinas del 2008 y 2010, siempre de noche, cuando el tráfico amaina y su fachada se ilumina, para observar como los asistentes subían engalanados por la escalinata mientras soñaba con ser uno de ellos.


Je suis persuadée, como dicen por aquí, que eso que llaman "suerte" depende de nosotros mismos, y el creer o no creer en algo posee un poder que desconocemos. Y estos dos últimos años me lo ha demostrado, en lo bueno y lo malo. Por eso, cuando a los pocos días de haberme registrado, buscado, y descubrir que todo estuviera completo hasta marzo, sucede que recibo una llamada de mi banco para invitarme a un ballet en la Opéra Garnier, y además en un palco al nivel de la Orquesta, no es de extrañar que la mano me temblara de alegría y excitación (pero sobre todo de desconcierto) cuando colgué el teléfono.

Y ayer, 12 años más tarde, fue el gran día.

La versión original del ballet Napoli data de 1842, y fue representada según el coreógrafo francés August Bournonville, en el Teatro Real Danés. En él se cuenta la historia de la hermosa Teresina, novia del pescador Gennaro, la cual desaparece en el mar a causa de una repentina tormenta. Goldo, el señor de los mares, queda prendado de su belleza y pretende convertirla en una de sus náyades. Pero su amante pescador no temerá adentrarse en lo más oscuro del océano para traerla de vuelta a su lado.

La versión actual, que data de 2009, está coregrafiada por el danés Nikolaj Hübbe y la finalndesa Sorella Englund; y aún siendo totalmente fiel a la original concede un mayor protagonismo al amor y a la sensualidad de la pareja de amantes protagonistas.

Como bien dijo Leonardo allá por el siglo XVI, "la música es poesía muda". Y en este caso, a la expresividad de la orquesta había que añadirle la sutileza y levedad de los movimientos de los bailarines, dotados de un cimbreante porte ingrávido, además de una puesta en escena y vestuario inmejorables. Magnifique.


A veces, ahora que vivo aquí, al lado de Garnier, a tan solo unos minutos andando entre toneladas de gente y tráfico; a veces siento que ha perdido parte de su encanto entre toda la masificación que la rodea. Pero entonces pienso en esa niña pre-adolescente y recuerdo su sonrisa y su estupor cuando burló la vigilancia del portero y dio unos tímidos pasos por el hall de la entrada; y es entonces cuando me doy cuenta de que es esa mágica e íntima transposición al pasado lo que la hace tan especial para mí.

Confieso que prefiero sentir la inmensidad de la ciudad desde lo alto de Montmatre para después descender y perderme entre sus callejuelas y escaleritas entrañables, o un atardecer al borde del Sena contemplando el manto de luces del crepúsculo caer sobre Nôtre Dame en el quai de la Tournelle o el quai d'Orléans con una botella de vino blanco que degustar en buena compañía. Sin embargo, la Opéra Garnier es y será siempre un lugar especial, capaz de absorber todo lo que le rodea (luces, ruido, coches, bistrots, pasos agitados) y ser solo mía, y de aquella niña, durante unos segundos ingrávidos, concesores de una inefable levedad.

1 comentario:

  1. Roussss! Pues yo finalmente me quedé sin ir al friedrichstadt-Palast de Berlin, aunque creo que las funciones son más cabaret que ballet

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Reflexiones espontáneas