Esto era un sueño, un primer trabajo y una nueva vida. Una crêpe de chocolate ante una sonrisa azul que escucha una melodía envolvente mientras se pierde románticamente por las calles y entre las páginas de cualquier libro...

miércoles, 14 de marzo de 2012

La vie devant soi


Y Momo de repente descubrió que no tenía 10 años, sino 14, y Momo ya no era tan môme, sino prácticamente un adulto, y por ello tenía que obrar en consecuencia.

Un niño-adulto poseedor de una encantadora y estoica inocencia. Capaz de dotar de la mayor ternura a la cruda realidad. De humanizar sin sensiblería su barrio parisino de inmigrantes, prostitutas y proxenetas, decrépito de posguerra. De mostrar unas ganas de luchar y un apego a la vida, todo un desafío a la suerte, que todos nosotros deberíamos mantener siempre.

Relato de una infancia arrebatada como no debería permitirse. De una inocencia de una pureza inaudita que permanece incorruptible ante los avatares de la vida, del día a día.

Y yo, como Momo, de repente me desperté y tenía 26. Pero, a diferencia de él, continúo sintiéndome una niña juguetona con los mismos sueños de ayer.

Desperté de ser niño,
nunca despiertes.
Triste llevo la boca,
¡ríete siempre!

Miguel Hernández

Recomendación literaria: "La vie devant soi", Emile Ajar (Romain Gary). Premio Goncourt en 1975.

Magnífica novela narrada de boca de un niño, como tantas otras (Le petit Nicolas, El niño con el pijama de rayas, Manolito gafotas, El príncipe destronado, Métaphysique des tubes) donde la visión más subjetiva se transforma en la más objetiva, y viceversa, siempre desde un inabarcable podium de inocencia.

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Reflexiones espontáneas